* Esta publicación fue escrita originalmente en noviembre de 2017. Cuando nació mi hija Mara, decidí libremente no amamantarla y nunca me he arrepentido de ninguna de las dos decisiones.
¿Saben cuánto dolor y lágrimas podría haberme ahorrado si alguien me hubiera dicho esto? Dar el pecho NO es lo mejor del mundo. Lo más que escuchas es sobre problemas de “enganche” con el pezón, pero, en general, vemos montones de esas fotos de mujeres con un niño chupando del pezón como “Nunca me he sentido más poderosa”.
Así que ahí estás. Impotente, porque no puedes hacer que esto de la lactancia funcione para tu hijo y para ti. Eres menos mujer. Estás privando a tu hijo de la forma más saludable de alimentar que puede tener un recién nacido. Pasas los primeros días PRECIOSOS de la vida de tu hijo estresada e infeliz porque nadie te dijo que la lactancia materna en realidad es difícil para muchas mujeres y que algunas ni siquiera son físicamente capaces de hacerlo.
Cuando nació mi hijo Lennox, seguí el consejo de una amiga y pedí a los médicos que lo pusieran en mi pecho para alimentarlo en el quirófano. Se enganchó (o eso es lo que pensé) de inmediato y pensé “OK. ¡Conseguido! ¡Soy profesional de dar el pecho!”. Pero luego Lennox comenzó a perder peso super rápido porque no estaba produciendo suficiente leche. Nos enviaron a casa con fórmula suplementaria, pero nos animaron a continuar que intentase aumentar mi producción de leche.
Y lo intenté, lo intenté y lo intenté. Lo máximo que hice fue de 2 onzas en un día mientras experimentaba un dolor insoportable para hacerlo. Dejé de tratar de darle el pecho porque el dolor era horrible, pero estaba decidida a conseguir que la extracción funcionara para él. Pero no fue así. Sentí que mi cuerpo, un cuerpo que nutría con alimentos saludables y ejercicio regular me estaba traicionando. Y me estaba traicionando de la peor manera posible: al no permitirme alimentar a mi recién nacido.
Durante las primeras dos semanas, lloré todos los días. Me sentía como una mala madre por no poder proporcionarle comida a mi hijo (ahora me río por haber tenido semejante pensamiento, pero, créanme, en aquel momento me dolía como una bala), me sentí como una mala madre por no querer saber nada del dolor que sentía mientras trataba que Lennox se enganchara, y me sentía como una mala madre porque mi bebé había perdido más del 10% de su peso en 2 días porque no era suficiente mujer.
Ahora déjenme decirles qué es verdad lo que acabo de decir: NADA. No hice nada malo. Llevé a mi bebé durante un embarazo extremadamente difícil con el máximo cuidado. Descansé, comí aún más saludable, ejercité (pronto voy a escribir un post sobre la locura en torno al embarazo y el ejercicio) … Hice todo lo que estaba a mi alcance para que mi bebé naciera de forma segura, y nació grande y fuerte.
Dos semanas después del nacimiento de Lennox, fui al médico porque me dolía muchísimo el pecho y temía tener principio de mastitis. Seguía intentando implacablemente extraer lechi – sin éxito. Mientras esperaba al médico, la enfermera me preguntó por qué estaba allí. No pude decir una palabra y, entre lágrimas, le pedí a mi esposo que le dijera qué estaba pasando. Empecé a llorar incontrolablemente. Ella agarró mis manos mientras escuchaba a mi esposo decir que el pecho me dolían mucho y que no estaba teniendo suerte con el suministro de leche.
Lo que dijo entonces me dio la capacidad de ser sincera conmigo misma y comenzar a disfrutar a mi hijo: “No eres una mala madre por no poder amamantar, pero no puedes ser la mejor mamá para tu hijo bajo este estrés. Tu hijo necesita comida, no importa de dónde venga y necesita una madre fuerte / cariñosa / feliz. Eso es todo lo que su hijo necesita en este momento”. Aunque hice el esfuerzo de decírselo en persona unas semanas más tarde, esa enfermera nunca comprenderá el impacto que esas palabras tuvieron en mi vida.
Regresé a casa desde el consultorio del médico y, literalmente, guardé la máquina extractora tan pronto llegué allí. Sentí que el peso del mundo se levantaba de mis hombros. Me sentí libre. Me sentí aliviada. Yo, por primera vez desde que nació mi hijo, me sentí realmente lista para disfrutar de la maternidad al 100%.
Mi objetivo al escribir esta entrada es compartir mi experiencia con la esperanza de que cualquier persona que tenga problemas con la lactancia materna (o alguna mujer que simplemente decidió no hacerlo y se sienta juzgada por ello) entienda que algunas de nosotras nunca pensamos que era maravilloso pasar horas llorando para alimentar a tu bebé y, por lo tanto, perder un valioso y precioso tiempo de vinculación con él / ella. La lactancia materna es una opción y, para algunas mujeres, ni siquiera una opción. Siempre habrá personas que juzguen mi elección y me cuenten historias sobre como debería haberlo intentado más tiempo para aumentar mi suministro, pero yo sabía que había sido suficiente y supe que era hora de detenerme y disfrutar de mi bebé.
No permitan que nadie las avergüence por su decisión de no amamantar. Fue la mejor decisión que tomé para mí y para mi hijo y nunca permitiré que nadie me haga sentir lo contrario.